Emilia
contempla, por enésima vez, su vieja máquina de de escribir. En ella aprendió mecanografía. Sus finos dedos han aporreado velozmente el
teclado de esta máquina que siempre ha respondido con gallardía.
Con
tristeza, rememora la cantidad de folios que le introducía para después
imprimir los temas que enviaba, tiempo atrás, a sus clientes.
Se van a
mudar a otra casa, más actual. Su hija
Anabel y su marido lo quieren todo nuevo.
Justamente por eso, está obligada a deshacerse de su pícara y adorada
máquina.
¡La cantidad
de carretes que, con el transcurrir de los años, le habrá comprado!. Metros de cintas gastadas en su juventud;
cuando enviaba las cartas a su novio que cumplía el servicio militar en Sidi
Ifni.
Fue su
confidente, la primera que se enteró de sus secretos, por eso siente este dolor
al tener que desprenderse de ella.
Objeto al que van atadas historias, memorias, recuerdos. Muy bonito, Dolores.
ResponderEliminarHay que ver todo lo que puede dar de si una vieja máquina de escribir en la imaginación de María Dolores. Me repito ¡eres fantástica!
ResponderEliminar