Querido
Conrado:
Han
transcurrido semanas desde la última misiva. Aprovechando las horas serenas de
la tarde y desde la mesa de la cocina, donde me encuentro, te dedico estas líneas,
para comunicarte que necesito darle a mi vida un giro de ciento ochenta grados.
Me es
indispensable sucumbir a una espectacular locura. No puedo seguir soportando
esta monotonía, ansío disfrutar de una sana locura que haga vibrar mis hormonas
al mismo tiempo que germine en mí los deseos de vivir. No cabe duda, las
divinas locuras exaltan los ánimos.
Conrado,
espero no protestes y comprendas el paso que voy a dar. Para empezar, he comprado
un coche de alta gama… ¡maravilloso!.
Tengo que
dejarte, espero tus noticias, hasta siempre.
Abrazos de ésta que no te olvida.
Susana
insatisfecha.
¡Qué bueno! ¡Divina locura! ¿Qué sería de nuestras vidas sin los pequeños toques de ella? Sal y pimienta son para aderezar la rutina.
ResponderEliminarHacer locuras son una buena dosis de alegría para el espíritu. ¡Que vivan las locuras! siempre que no hagan daño a nadie;como las tuyas que son estupendas.
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