Como cada noche,
después de salir del trabajo, Elena fue a visitar a su padre al hospital, pero esa noche lo
encontró demasiado triste.
–Papá, ¿qué te pasa?- preguntó Elena
- Me estoy
acordando de mi madre – le contestó y con los ojos húmedos, comenzó a contarle.
- Mi madre era
una mujer muy adelantada a su época y tenía muchas anécdotas -decía mientras se
secaba los ojos, y con la poca voz que le quedaba y casi como un susurro, continuaba
hablando.
- Recuerdo una
vez en el que yo quería una bicicleta y ella no tenía dinero para comprarla, trabajó
hasta reunir la entrada para poder
comprármela y el resto lo pagó con una letra que tenía que pagar a final de
mes. Y cuando paseábamos por el camino largo
con el olor de los árboles y el frio en la casa, escuchaba decir a mi
madre: ¨la letra rueda¨. En aquel
momento, yo no comprendía, sin embargo, ahora
me doy cuenta de que lo que rodaba eran
los días del mes para pagar la letra.
De repente, se quedó callado…y se
durmió.
Después de esa noche, Elena tuvo la
oportunidad de visitar a su padre sólo tres días más.
Tu relato nos habla de la vuelta a ese punto de referencia vital de la madre, antes del último adiós. Agridulce historia que deja en quien la lee una mezcla de ternura y melancolía. Me ha gustado, Elvira
ResponderEliminarConmovedor relato el tuyo; ¿Cuantas letras rodarían en aquellos tiempos? Por los hijos se hacen muchos sacrificios.
ResponderEliminarConmovedor relato el tuyo; ¿Cuantas letras rodarían en aquellos tiempos? Por los hijos se hacen muchos sacrificios.
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