Coincidimos en la clínica dental. No
soy nada observadora pero, en este caso, me llamó la atención el atractivo de
la muchacha. Era joven, entre veinte o
veinticinco años, de cuerpo esbelto a pesar de su baja estatura, piel
bronceada, pelo oscuro y rizado con las puntas color caoba, boca de labios
carnosos, bonita sonrisa, naricilla roma, ojos marrones muy expresivos, cejas
arqueadas y cara redondeada. Vestía de
manera informal: blusa y pantalones ajustados al cuerpo, calzaba tenis y
llevaba un pequeño bolso negro. Sus
rasgos indicaban claramente que era latinoamericana, así como la entonación de
su cálida voz.
¿Qué puede hacer esta criatura en el dentista si posee unos dientes
preciosos?, fue la pregunta que me hice.
¡Está clarísimo! Tiene una caries y viene a que le realicen un empaste,
pensé, aunque no parecía factible.
Recapacité de inmediato. ¡¡No!!,
seguro que acude para hacer un anuncio publicitario para promocionar la
clínica; tiene una dentadura perfecta.
En ese momento, me llamaron para entrar al despacho de mi
odontóloga. Al salir, no había rastro de
la chica de mis dilemas. Sin su
presencia, desaparecieron también mis elucubraciones.
Buena caza de personaje, Mary. Profusa descripción, llena de detalles, lo que nos habla del ojo avizor del narrador.
ResponderEliminarEs que cuando hay materia prima...?, todo lo demás sobra y, esta chica, al parecer, no tenía desperdicio..
ResponderEliminarNo seas tan modesta, tu has puesto mucho ingenio para esta narración. Muy bonita. Mª Dolores.
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