Nicolás Sarkozy, acudió a visitar el Louvre en París. En
una de sus grandes salas, se quedó embelesado contemplando un cuadro que
personificaba al Emperador Napoleón Bonaparte. De pronto, se vio hablando con
él personalmente. Napoleón comienza la conversación exponiendo:
–Nicolás, ¿puedes
precisarme tus ideologías?, te veo…algo perdido.
–Querido
emperador, siempre me han fascinado tus gestas, conquistas, consolidación de las
reformas y el código Napoleónico que aún sigue en vigor–, revela el Sr. Sarkozy a su
homólogo y, se atrevió a consultarle:
– ¿Qué clave debo seguir? Me interesa mucho tu opinión.
–Sé más original Nicolás, –objeta Bonaparte– comentas lo mismo que todos, hiciste cuanto
pudiste; yo te considero un conquistador moderno, supiste seducir a tu bella
esposa ¡eso es todo un logro! No aspires a más, Francia ya no te necesita,
sería buena idea que dejaras la política.
Se dieron la mano cordialmente, Napoleón marchó hacia Los
Inválidos y Sarkozy quedó con un dilema más, pensativo y sin saber a qué
atenerse.
Hay que propiciar más encuentros como este, tan llenos de enjundia y de los que, sus protagonistas –como en este caso–podrían sacar valiosas lecciones o, en el peor de los casos, temas para reflexionar. Muy buen encuentro.
ResponderEliminarPodían haber sido antagonistas pero...ambos franceses y famosos por diversas proezas , los acontecimientos debian que ocurrir de esa forma.
ResponderEliminarTambién coincidían en el gusto por las mujeres. Mª Dolores.
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