lunes, 17 de agosto de 2015

LLAMADA Dolores Fernández Cano





Hoy es un día triste; he sido informado que soy adoptado.  Los que me han cuidado, querido y educado durante estos quince años no son mis verdaderos padres.  Durante el almuerzo han confesado que me trajeron clandestinamente desde otro continente.  De forma repentina, brota en mi mente el deseo imperioso de averiguar el lugar concreto del que procedo, además de si existen otros parientes. Para ello, he solicitado embarcar como grumete, o sea, aprendiz de marinero.

Con la ayuda de mi profesor, me han aceptado para este viaje transoceánico.  Con ligero equipaje y escasos ahorros, salgo para el puerto.  La travesía consiste en muchas horas de trabajo, días agotadores y largas noches luchando contra el viento reinante que balancea la nave sin ningún miramiento.  Después de varios meses, cuando la meteorología vuelve a la calma, observo que un hombre sube al mástil jadeando.  Permanece allí un rato, con los ojos fijos en el horizonte hasta que grita:  ¡tierra a la vista!  Por fin llegamos a América.  Experimento un gozo extraño pues reconozco en ese marinero a Rodrigo de Triana.  Sin lugar a dudas nos encontramos en el año 1492.


1 comentario:

  1. Como si de un viaje en el tiempo se tratara, este grumete nos desvela el año en que se suceden los hechos para, de este modo, situar en contexto al lector. Muy bien.

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