––¡Aló,
aló! pero ¿quién llama?
––¡Hola
Rosario! Soy Valentina
––Pues
sí que has tardado en contestar
––¡Qué
contenta estoy, Rosario! Tengo un notición para contarte
––Bueno,
chica, desembucha de una vez
––Lo
que voy a relatar es fantástico
––Pero,
Valentina, ¡qué misteriosa te pones!
––Verás,
de ahora en adelante no pasaré apuros, viviré tranquila, pagaré todas mis deudas y hasta me sobrará
algo para darme algún que otro capricho
––Empiezo
a comprender. Espero que no me olvides pues también estoy necesitada
––Bueno,
Rosario, te dejo, están llamando a la puerta.
Seguro que es la televisión que
viene a entrevistarme
––¡Oye,
oye! ¡no me dejes así! ¡Ha colgado!
Esta Valentina nos ha dejado sin saber a qué se debe este golpe de suerte: ¿se ganó la lotería o se casa con un famoso millonario? Bromas aparte, ese misterio sin resolver es lo que imprime sustancia al relato.
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