Cierto día, a primera
hora de la mañana, cuando el sol de primavera iluminaba el campo verde y las
cigüeñas sacaban a volar sus hijuelos, yo me desperté de un sueño que tenía.
Soñaba que subía por un
lugar oscuro y que había un tiempo muy malo; ¡que Dios nos libre de una
tormenta por aquella sierra!, sería un peligro muy grande. A poco pasos, cruzaba un puente de madera y
delante de mí, cabalgaba un campesino muy silencioso. Si yo le preguntaba algo, apenas se dignaba a
contestar.
Apareció un hueco al fondo,
en el que se veía una mujer que vigilaba, cosía y a ratos sonreía. Al lado dormía un hombre. Una puerta, al
abrirse, lastimó el corazón del durmiente.
Le sucedió igual que a mí, que con el sonido de las cigüeñas me desperté…
Esto ha sido un sueño,
difícil de interpretar. Los sueños desatan
nuestros propósitos para mezclarlos con recuerdos y temores pero, algunas
veces, aciertan; se convierten en realidad porque yo creo que a los sueños que
apesadumbran el corazón del durmiente no les es difícil acertar.
También, hay historias
y recuerdos que se convierten en sueños muy bonitos, es verdad.
Este suceso que navega entre la realidad y los sueños, nos transporta a un mundo onírico donde, como bien dices, se mezclan los miedos, los deseos, los recuerdos, convirtiéndose en materia para la libre interpretación.
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