Siempre me
ha gustado el mar. Será porque de joven
vivía cerca de él pues lo tenía frente a mi casa. En las noches de verano, nos sentábamos en el
patio a escuchar el romper de las olas en la orilla. Orillas de una playa en la que mis cuatro
amigas y yo, nos bañábamos. Esa playa ya
no existe. Recuerdo que íbamos caminando
a lo largo de todo el litoral, pasábamos por detrás del castillo negro, hoy en
día llamado Castillo San Juan, llegábamos al muelle de Lazareto –que tampoco
existe ya– y entonces nos lanzábamos a las aguas de la playita que había donde
en la actualidad está el Parque Marítimo.
Algunas
tardes, me juntaba con las mismas amigas para ir a pasear a la Avenida Marítima
de entonces hasta llegar al puerto desde cuyas murallas nos encantaba observar
como llegaban los barcos que venían de Venezuela. Hoy aquel puerto es otro y los barcos ya no
vienen de Venezuela; ahora son barcos de turismo.
Me acuerdo
con claridad de la Avenida Marítima porque muchas veces la pasé cargada, pero
no de vino sino de agua que íbamos a buscar al Chorro de la Pila que estaba en
la calle La Marina. De vuelta,
descansábamos de la carga en la muralla del puerto.
En mi barrio
ya han desaparecido muchas cosas de mi pasado.
Lo único que se conserva es la iglesia de la Virgen de la Regla y las
ruinas del Castillo. Lo demás se lo
llevó el progreso.
Me sigue
gustando ir a bañarme al mar pero ahora voy a Las Teresitas, tres veces a la
semana.
Adoro estas historias bañadas por el encanto y la autenticidad. Cercanas y llenas de vida, nos conducen por el territorio sagrado de los recuerdos.
ResponderEliminarPRECIOSO RELATO CARGADO DE RECUERDOS Y VIVENCIAS. ENHORABUENA POLONIA.
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