Observando
la fotografía que me ha dado nuestra profesora Isabel: una niña rubia y delgada
de unos nueve o diez años, me ha venido a la memoria recuerdos de cuando yo tenía
esa edad. Unos muy curiosos son los del
día de mi primera comunión. Mi madre me
había hecho un vestido largo, bonito y al mismo tiempo, sencillo. Tenía volantes en la falda y alrededor del
cuello. El velo de tul ilusión me lo
había prestado una tía (creo que era con el que ella se había casado). Como era muy grande, mi madre lo dobló en dos
partes; una más pequeña que la otra.
Luego, lo sujetó con una diadema de flores, muy parecida a las que se
usan actualmente, que también había confeccionado ella. Con todo este atuendo, me dirigí al colegio,
situado en la calle Robayna, desde donde todas las niñas que hacíamos la
primera comunión, bajábamos en fila, de dos en dos , por la calle Castillo
hasta llegar a la Iglesia de la Concepción.
Una vez allí, nos colocaron en los bancos que tenían reservados y, al
sentarnos, –no sé de quién fue la feliz idea –colocaron mi velo sobre el
reclinatorio del banco de atrás. De ese
modo ocurrió que, al ir a arrodillarme, me levanté al mismo tiempo que se
arrodillaba la niña que estaba detrás.
El desastre ya estaba sentenciado:
al colocar ella sus brazos sobre mi velo, éste… ¡se partió en dos
pedazos!.
Fui a
comulgar sólo con la parte más pequeña del velo; la parte más grande se quedó
sobre el banco. Pese a todo, no recuerdo
haberme puesto a llorar, aunque sí, encontrarme muy incómoda al salir de la
Iglesia, con un velo en la cabeza y otro colgado del brazo. De todas maneras, mi mayor preocupación era
pensar en el disgusto que se iban a llevar mi madre y mi tía cuando se
enteraran.
Verdaderamente,
el día de mi Primera Comunión no tuvo nada que ver con el que yo, a mis nueve
años, había imaginado. ¡Qué pena que un
suceso tan tonto me estropeara el que tenía que ser uno de los días más
importantes de mi vida!
Hoy aquellos sucesos han adquirido una dimensión diferente. Se han convertido en una anécdota que otorga calidez a la historia, de modo tal que se ha quedado grabada, de un modo muy especial, en tu memoria, justamente por lo que pasó ese día
ResponderEliminarA veces pienso que tenemos algo en común, lo digo por tus relatos con los recuerdos del pasado. Nos han ocurrido cosas semejantes en la boda, la primera comunión y algunos más. Me ha gustado mucho leer tu historia.
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