Viendo la
foto, recuerdo cómo eran aquellos años sesenta.
Las jóvenes siempre teníamos que llegar a casa no más allá de las nueve
de la noche. Ya fuera Navidad o
Carnavales, era lo que se permitía.
Por ese
tiempo, mi novio se sacó el carnet de conducir y alquiló un coche para que
viéramos lo bien que conducía. El coche
era un descapotable blanco en el que salimos de paseo pero… ¡con carabina!; mi
futura suegra. Como el coche no tenía
capota, yo llevé la melena suelta y el viento hacía volar mi pelo de una forma increíble. Íbamos por la carretera detrás de una guagua
y mi novio, como novato que era, adelantó y al hacerlo se encontró con un coche
de frente. Yo cerré los ojos pero él,
con su vena gomera, se coló entre los dos vehículos y se fue a la cuneta. El susto fue tremendo aunque todos quedamos
enteritos. La aventura terminó con mi suegra y yo yendo a
pie hasta La Laguna, para volver en guagua a Santa
Cruz. Mi novio, mientras tanto se fue a arreglar el coche y... ¡ gracias a Dios que pudimos contarlo!.
Vivirlo, desde luego, no habrá sido nada gracioso pero, hoy con la perspectiva que le da el tiempo transcurrido, resulta una anécdota del todo divertida. Está contada con ese estilo tuyo tan característico; desenfadado y lleno de simpatía.
ResponderEliminarCOMO SABES, DISFRUTO MUCHO LEYENDO TUS RELATOS. COMO ERES TAN DESCRIPTIVA, PARECE QUE LOS VOY VIENDO COMO SI FUERA TESTIGO DE LA HISTORIA.
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