Luis le dijo
a su esposa que llegaría un poco tarde del trabajo, pero le mintió… porque su
plan era ir a la playa. Había quedado en
verse allí con su amante, al atardecer.
Él llevó puesto su bañador y se dieron un baño. Terminaron la noche en una sala de fiestas
que estaba un poco retirada.
A su señora,
que era muy astuta, se le ocurrió salir a dar un paseo, en vista de que él no
llegaba, con tan buena suerte que, al pasar cerca del salón de fiestas, vio a
Luis entrando en él en compañía de una mujer.
Ella paró su coche y al poco rato, entró a ver qué pasaba allí. Se encontró a Luis bailando con la otra. Se acercó a ellos sigilosa.
-¡Hola Luis!
–le dijo de repente.
-¿La
conoces? –le preguntó la desconocida.
-¡No me va a
conocer si soy su mujer!
El pobre
Luis se quedó más chiquito que un comino.
-¡Eres un
sinvergüenza, no me dijiste que estabas casado! –le gritó la mujer
-Oye,
sinvergüenza o no, es mi marido, así que vete con la música a otra parte –se adelantó
a contestar la esposa.
Cuando
llegaron a casa ella le indicó que tenían que hablar. Él convino en hacerlo, pero al darse la
vuelta, vio que su mujer tenía una tijera de cocina en la mano.
-¿Qué vas a
hacer con eso? –le preguntó asustado.
-Ahora,
nada, pero ¿algún día volverá a ocurrir esto?
-¡Nunca más!
Te pido perdón –dijo lleno de miedo
-Esto que
ves en mis manos es el testigo de tu promesa. Ya lo sabes. Cuando vayas a la playa, tienes que regresar
a casa.
Muy resolutiva parece la estrategia de esta protagonista. Sumergidos en la pura ficción, este relato es puro divertimento, Lucía.
ResponderEliminarMe gusta como reflejas tú temperamento aún adornándolo con un toque de comicidad.Felicidades, Lucia.
ResponderEliminarPobre marido, será fiel de por vida; si no, la tijera es testigo. El relato tiene su gracia y me ha gustado mucho.
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