Acababan de
casarse y, después del banquete, se irían de viaje. Los padres del novio les regalaron un crucero
por el Pacífico. Los jóvenes estaban
como locos; nunca antes habían viajado en barco.
Se hallaban
ya en alta mar y el transatlántico parecía que no se movía, pues el mar estaba
tranquilo, sosegado. La pareja no
paraba: la piscina, cenas de gala, baile; todo era maravilloso en medio del
azul maravilloso del mar.
Pasados los
días, empezó un fuerte oleaje y entonces sí, el barco se movía mucho, hasta tal
punto que, los pasajeros estaban asustados y, la recién casada entre ellos, no
se separaban de sus chalecos salvavidas.
El marido trataba de consolarla, de hacer que mantuviera la
tranquilidad. A medida que pasaban las
horas, el mar fue volviendo a ser el de antes.
El capitán
tranquilizó a todos los pasajeros y aprovechó para agradecerles su serenidad.
-Olviden
esto y ¡sigan pasándolo bien!
La pareja
prosiguió con el viaje tan felices como siempre, habiendo aprendido que después
de la tormenta siempre viene la calma.
Una lección que les vendría muy bien para aquel otro viaje, más largo y
más duro que empezaban: el del matrimonio.
Buen relato con moraleja, Nati.
ResponderEliminarEres muy buena en tus narraciones. Me encanta leer todo lo que escribes; aprendo mucho de ti y del resto de compañeras. Gracias
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