Decidimos,
mis amigas y yo, ir a la playa el domingo y después, por la tarde, dar un paseo
o ir al cine. Terminamos finalmente,
dando un paseo por las ramblas. Pronto
se nos acercó un joven guapo y elegante por el que nosotras nos pirriábamos;
quiero decir que nos reíamos y vacilábamos con él: ¡cosas de la juventud!. Él paseó junto a nosotras, pero siempre a mi
lado. Mis amigas comentaban que qué era
lo que tenía yo, que si el acento de mi voz y no sé cuántas cosas más. Yo no les hacía caso porque estaba coladita
por el chico, me gustaba mucho.
A partir de
aquella tarde, siempre que salía con mis amigas y nos encontrábamos, el seguía
colocándose a mi lado y yo, mientras tanto a llenarme de ilusiones, hasta que,
una tarde que salí con mi hermana, me quedé helada , estupefacta y con un
incontenible temblor de piernas, al verlo en un bar, muy acaramelado con una de
mis amigas. Esa es la historia de mi
primer desengaño.
Los desengaños recibidos en la juventud pueden ser los más dolorosos; son los primeros y aún no estamos suficientemente preparados para luchar contra ellos; debe ser por eso que se quedan grabados en la memoria. para contarlos. Me encanta como lo has hecho, Carmita
ResponderEliminarLos desengaños existen, unos son mayores que otros pero, siempre los vencemos. La visa es así de complicada.
ResponderEliminarLos desengaños existen, unos mayores que otros pero, siempre los vencemos. La vida es así de complicada.
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