Tres hermanas pequeñas y una ya de edad adulta van de visita a un colegio. Dejan a la más joven en la escalera y le dicen que espere. Al rato, la niña cree que tardan, se levanta
y mira alrededor, pero no ve a nadie. Ve
la puerta y sale. Coge una rosa y se la
lleva. Con tres años y medio tiene que
caminar a través de un puente y recorrer tres calles con sus fincas porque la
escuela estaba situada en la periferia.
Cuando las otras hermanas salieron y vieron que la pequeña
no estaba, se asustaron mucho y comenzaron a buscarla, ¡cómo iban a decirle a
su madre que se les había perdido!. La
angustia y el miedo los acrecentaba el hecho de que, por aquellos tiempos, se
hablaba mucho de los chupasangre.
Estaban desesperadas cuando, de pronto, la niña apareció de
la mano de su padre, tan fresca y con su rosa roja. ¡Gracias a Dios!
El padre contó que vio aparecer a la pequeña estando él en
la plaza. Pasado el susto, no se
explicaban cómo pudo llegar sola siendo tan chiquita. ¡Ah!, que se sepa que la
cría era una monada…
Nos hacemos cargo del susto, a pesar del simpático tono que imprimes a la historia, quitándole dramatismo a la anécdota.
ResponderEliminarSi la cría era una monada, ya supongo de quien hablas y...te diré que sigue siendo una monada.
ResponderEliminarTan pequeña y tan decidida, lo has narrado también que hemos vivido el miedo de tus hermanas y aunque no lo mencionas, sentimos el enfado normal de tu padre, al mismo tiempo que el orgullo de tener una hija tan inteligente y resuelta,y eso que aun no sabia lo buena persona que ibas ha ser.Un abrazo.
ResponderEliminarSi te sirve de algo mi opinión, no encuentro tu narrativa vulgar.
ResponderEliminarAlgunos niños se suelen escapar de las personas que los acompañan. Mª Dolores.