Águeda fue una preciosa niña,
intuitiva, llena de carácter. Ahora,
pasados los años, se ha convertido en una muchacha independiente que no se
somete a nadie. Lo posee todo, salud,
belleza, trabajo y por supuesto, dinero.
Sus compañeras la envidian pero,
sólo ella siente en el fondo de su alma lo que le falta, lo que ansía con todas
sus fuerzas, lo que perdió a causa de su soberbia, puesto que es una Leo y ya
se sabe lo orgullosas y prepotentes que pueden llegar a ser. Por dejar a un lado su corazón, anteponiendo
todo lo demás, perdió aquella apasionada relación que tanta satisfacción le
había proporcionado. Aunque tarde, se
había dado cuento de que el secreto de la amistad radica en ser compasivo con
el otro.
En la penumbra de su dormitorio,
embriaga por la melancolía, siente en su cuerpo que dos fuertes brazos la
envuelven en un cálido achuchón.
Presintiendo que ha vuelto a ella por alguna razón poderosa e indiscutible,
el abrazo parece tan real que se abandona en él por un largo rato.
Relato con final abierto que nos invita a la esperanza, tal vez; quizá a la ensoñación… En todo caso, al uso de nuestra imaginación para que le pongamos el punto y final que deseemos. Estupendo, como siempre.
ResponderEliminarPodemos vivir de ilusiones, así lo expresa tu relato. Cuando la realidad nos vuelve la cara, es bueno pensar que todo es posible.
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