martes, 8 de octubre de 2013

BAILANDO BAJO LA LLUVIA de Mary Rancel




Existen ocasiones en las que un paraguas se echa en falta.  Esto me ocurrió a la edad de catorce años.  Era una tarde apacible y había baile en mi pueblo.  No se presagiaba para nada la aparición de la lluvia.
El baile se celebró en el Convento, como de costumbre; en un amplio patio cuadrado con el escenario al fondo.  Se accedía al mismo por dos escaleras de cemento, ubicada a ambos lados.  El contorno del recinto estaba cubierto por el claustro, de unos dos metros de ancho.  El resto quedaba al descubierto. Bajo la parte techada se ubicaba la cantina y unas mesitas para los clientes. 
La lluvia apareció sin previo aviso y con una fuerza enorme.  Todas las personas presentes quisimos guarecernos bajo el soportal, pero no cabíamos.  Los más avispados se colocaron en las escaleras del escenario y el resto, entre los que estaba yo, quedamos a la intemperie, empapándonos hasta los huesos. La orquesta siguió tocando como si tal cosa, ¡claro!, estaban bajo techo sequitos. 
En esa tesitura, ¿qué íbamos a hacer los mojados?, pues ponernos las pilas y bailar sin parar.  ¡De empapados al río!.  Algunas personas fueron a sus casas a cambiarse de ropa y buscar paraguas y, con ellos abiertos, bailaron como trompos, molestando a los demás.  La verdad es que yo eché mucho de menos a mi paraguas.  Era a rayas horizontales, de diversos colores y me lo había regalado mi abuela hacía bastante tiempo.  A pesar de que mi casa quedaba cerca, no me atreví a ir a buscarlo.  Sabía que mi madre no me dejaría regresar al baile.  Ella pensaba que yo estaba en el cine con mis amigas, así que me quedé hasta que finalizó el bailoteo, empapada de arriba abajo pero sin dejar de bailar ni una pieza.
La lluvia fue torrencial aunque duró poco tiempo.  Resultó muy emocionante la experiencia de bailar bajo la lluvia.  Hubiera sido diferente con mi querido paraguas guareciéndome pero no se dio la circunstancia.
Ni mis amigas ni yo cogimos resfriado ni nada que se le pareciera.





2 comentarios:

  1. Bonita anécdota que parece nacida de la propia vivencia, aunque no nos consta. En todo caso, genial historia para el título prestado e impuesto de aquello de… bailar bajo la lluvia.

    ResponderEliminar
  2. El relato tiene algo de real y mucho de ficción. Lo cierto es que me divertí mucho al escribirlo.

    ResponderEliminar