Ángela abre la
puerta del edificio donde habita. Entra en el ascensor para subir a su piso.
Cuando llega, su estupor es mayúsculo: ¡se
encuentra en un instante de su pasado!. No lo comprende. Siempre lo ocultó,
cambió de residencia para que nadie la conociera, pues es su deseo que no se
descubra que antaño ha sido prostituta. Su pasado, al verla, esfuerza una
sonrisa malévola, para saludarla.
-¡Hola
Ángela!, observo en ti una inmensa felicidad.
-¿A qué has
venido? –pregunta Ángela
indignada, para seguir comentando –tengo una nueva identidad, un buen trabajo, me he
casado con un fantástico hombre que me llena de atenciones. Es un Conde, e
ignora todo lo relacionado con mi anterior vida. ¡Déjame tranquila!.
Él no contesta
inmediatamente. Después de unos segundos de silencio, la mira fijamente, y
exclama:
-Créeme, sólo
he vuelto para saber cómo te encuentras. Soy un amigo, sigo apreciándote. Ya me
doy cuenta de que no me necesitas, a pesar de todo, te estaré vigilando. ¡Ah!,
recuerda que los Condes también tienen pasado.
Sin más, se
aleja, dejando en el ambiente un tufillo a cólera.
Ángela entra
en su vivienda dispuesta a olvidar todo, pues le basta consigo misma.
Todos tenemos un pasado; nada es más cierto. Me encantó el recurso de personificar al pasado para tener una conversación con él; después de todo es quien mejor nos conoce. Muy buen trabajo
ResponderEliminarGracias por tus palabras, isabel. Me alegra que te guste.Dolores.
ResponderEliminarA ingeniosa no hay quien te gane .Eres una magnifica escritora , sabes narrar con habilidad y talento.
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