Si buscaran
este pueblo en el mapa, seguro que no lo encontrarían. Es pequeño, de pocos
habitantes, las casitas están esparcidas por el valle, los vecinos casi no se
conocen.
Por eso, ellos
eligieron este pueblo buscando la tranquilidad y sosiego que se respira allí.
Después de
pasar cuarenta años trabajando en una ciudad llena de ruidos, humos y luces,
que les ponía de los nervios; llegar a la jubilación y cambiar de ambiente fue
lo mejor que podían hacer.
Cuando llegaron a aquel paraje quedaron maravillados y
sobre todo, cuando descubrieron que, desde la ventana del dormitorio, se
divisaba un río de aguas cristalinas rodeado de infinidad de flores que
alegraban el ambiente, y que podía ser atravesando un pintoresco puente de
color blanco. Este paisaje era solo para ellos, pues era la única casa que había por los
alrededores. La pareja salía a la terraza, se sentaban a tomar el sol y a
contemplar ese precioso paisaje, que cualquier pintor hubiera deseado plasmar
en un lienzo.
Este pueblo que describes me resulta tan atractivo que yo misma iría a pasar en él unas largas vacaciones. Esto significa que lo has sabido vender, narrativamente hablando. Muy bien.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato, sobre todo el final, es muy romántico. Mª Dolores.
ResponderEliminarMe puedo imaginar ese pueblo tranquilo con el paisaje que invita a meditar, leer y pasarlo bien.
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