Como los días en primavera
son más prolongados, a última hora de una despejada tarde decidimos salir a dar
una vuelta en coche por la isla. Conducía mi esposo, yo iba a su lado admirando
los paisajes y comentando lo bonita que está la zona norte, tan verde y
exuberante; al frente se veía el portentoso Teide y por la derecha el mar.
Estaba el día como para ser inmortalizado y lo dejé grabado en mi pupila.
Pasado un espacio
impreciso, percibimos que había anochecido y por lo tanto, debíamos regresar a
casa; tuvimos que seguir adelante para encontrar un lugar donde se pudiera dar
vuelta; es eso estábamos, cuando divisamos a lo lejos unas extrañas luces, desconocidas por nosotros, asombrada dije a
mi marido:
-No te inquietes pero, seguramente son de un ovni; habrá tomado tierra en
una rotonda. ¡Mira por donde vamos a conocer a seres de otro planeta!; suelen
ser cordiales, lo sé, porque lo han dicho en algún programa de la tele, vienen
en son de paz a conocer nuestras costumbres; puede que nos inviten a subir a su
nave. ¡Será tan emocionante…!
-Si tú dices que son un ovni, con tanto libro que has leído sobre la
materia y lo que has visto en la tele, pues lo será. Yo no creo en esas cosas;
tampoco pretendo que seamos la única especie que exista en el universo. –Lo expresó
poco convencido, mientras aparcaba el coche en el arcén de la carretera-.
Me di cuenta de inmediato
que me daba la razón “veladamente”, para que no siguiera dándole la lata con lo
mismo.
Estoy segura de que
pensaba: -“La ilusa de mi mujer cree que me voy a tragar eso de los
extraterrestres”. Pues está arreglada.
-Te convencerás cuando lleguemos. Le dije sugestionada. –No pares continúa,
cuanto antes vayamos antes lo sabremos. Puso el coche en marcha, despacio,
eternizando el trayecto. En ese intervalo yo iba imaginando: -“Se va a caer con
todo el equipo cuando compruebe que realmente son sujetos de otro mundo, a ver
que me va a decir luego”.
Los deslumbramientos
estaban cada vez más cerca; yo estaba estremecida por la duda; mi marido paró
el vehículo y apagó las luces, sólo se veían las irradiaciones del cercano
reflector, todo lo demás estaba a oscuras. De pronto una luz cegó nuestras
caras, di un respingo y un grito mientras oía una voz que comentaba:
-¿Qué hacen aquí con todo apagado?
-¡Hablan nuestro idioma! Exclamé aliviada, añadiendo:
-¿De qué planeta vienen?
-¿Cómo que de qué planeta? Se van a enterar cuando vean la sanción que les
va a caer. Documentación del coche, por favor.
Mi marido que se había
dado cuenta de que era un guardia civil de tráfico, dio al encendido y sacó la
documentación, al propio tiempo que explicaba lo que nos ocurría.
-Ha sido un accidente, -comentó el oficial- las lámparas de la autovía se
han apagado; las luces que han visto son los focos que hemos traído para poder
ver durante su reparación y las de nuestros coches.
Todos terminamos riéndonos
del hecho y de mi ocurrencia al pensar que se trataba de seres planetarios.
Aterrizamos todos junto a la protagonista, riéndonos como ella. Muy bien, Mary, esperamos verte muy prontito de regreso. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy divertido tu relato. Me ha gustado. Ponte pronto buena, pues necesito tus comentarios. Un abrazo. MªDolores.
ResponderEliminarTe recordamos en todas las clases recuperate pronto para que te incorpores otra vez . Un abrazo fuerte
ResponderEliminar.
Te recordamos en todas las clases recuperate pronto para que te incorpores otra vez . Un abrazo fuerte
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