miércoles, 20 de mayo de 2015

AQUELLO Mary Rancel




            Como los días en primavera son más prolongados, a última hora de una despejada tarde decidimos salir a dar una vuelta en coche por la isla. Conducía mi esposo, yo iba a su lado admirando los paisajes y comentando lo bonita que está la zona norte, tan verde y exuberante; al frente se veía el portentoso Teide y por la derecha el mar. Estaba el día como para ser inmortalizado y lo dejé grabado en mi pupila.
            Pasado un espacio impreciso, percibimos que había anochecido y por lo tanto, debíamos regresar a casa; tuvimos que seguir adelante para encontrar un lugar donde se pudiera dar vuelta; es eso estábamos, cuando divisamos a lo lejos unas extrañas luces,  desconocidas por nosotros, asombrada dije a mi marido:
-No te inquietes pero, seguramente son de un ovni; habrá tomado tierra en una rotonda. ¡Mira por donde vamos a conocer a seres de otro planeta!; suelen ser cordiales, lo sé, porque lo han dicho en algún programa de la tele, vienen en son de paz a conocer nuestras costumbres; puede que nos inviten a subir a su nave. ¡Será tan emocionante…!
-Si tú dices que son un ovni, con tanto libro que has leído sobre la materia y lo que has visto en la tele, pues lo será. Yo no creo en esas cosas; tampoco pretendo que seamos la única especie que exista en el universo. –Lo expresó poco convencido, mientras aparcaba el coche en el arcén de la carretera-.
            Me di cuenta de inmediato que me daba la razón “veladamente”, para que no siguiera dándole la lata con lo mismo.
            Estoy segura de que pensaba: -“La ilusa de mi mujer cree que me voy a tragar eso de los extraterrestres”. Pues está arreglada.
-Te convencerás cuando lleguemos. Le dije sugestionada. –No pares continúa, cuanto antes vayamos antes lo sabremos. Puso el coche en marcha, despacio, eternizando el trayecto. En ese intervalo yo iba imaginando: -“Se va a caer con todo el equipo cuando compruebe que realmente son sujetos de otro mundo, a ver que me va a decir luego”.
            Los deslumbramientos estaban cada vez más cerca; yo estaba estremecida por la duda; mi marido paró el vehículo y apagó las luces, sólo se veían las irradiaciones del cercano reflector, todo lo demás estaba a oscuras. De pronto una luz cegó nuestras caras, di un respingo y un grito mientras oía una voz que comentaba:
-¿Qué hacen aquí con todo apagado?
-¡Hablan nuestro idioma! Exclamé aliviada, añadiendo:
-¿De qué planeta vienen?
-¿Cómo que de qué planeta? Se van a enterar cuando vean la sanción que les va a caer. Documentación del coche, por favor.
            Mi marido que se había dado cuenta de que era un guardia civil de tráfico, dio al encendido y sacó la documentación, al propio tiempo que explicaba lo que nos ocurría.
-Ha sido un accidente, -comentó el oficial- las lámparas de la autovía se han apagado; las luces que han visto son los focos que hemos traído para poder ver durante su reparación y las de nuestros coches.
            Todos terminamos riéndonos del hecho y de mi ocurrencia al pensar que se trataba de seres planetarios.



4 comentarios:

  1. Aterrizamos todos junto a la protagonista, riéndonos como ella. Muy bien, Mary, esperamos verte muy prontito de regreso. Un abrazo.

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  2. Muy divertido tu relato. Me ha gustado. Ponte pronto buena, pues necesito tus comentarios. Un abrazo. MªDolores.

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  3. Te recordamos en todas las clases recuperate pronto para que te incorpores otra vez . Un abrazo fuerte
    .

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  4. Te recordamos en todas las clases recuperate pronto para que te incorpores otra vez . Un abrazo fuerte
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