La navidad estaba cerca y
con ella todas las obligaciones que conlleva.
Aprovechando los últimos
días que los niños tenían colegio, salí de compras. Un poco apresurada iba por
la calle de Imeldo Seris, conocida en aquella época por calle del Barranquillo,
con muchos paquetes dispuesta a coger un taxi, cuando sin ser consciente, se me
cayó del brazo un reloj de oro que hacía pocos meses me había regalado mi
marido.
Al llegar a mi casa, lo
eché en falta y el disgusto que me llevé, como es normal, fue mayúsculo.
Pasados unos días, me
decidí, y fui al periódico. Ofrecí una recompensa a la persona que me lo
devolviera; el anuncio de lunes a domingo me costó 700 pesetas que, en aquella
época, no era cualquier cosa. El señor que me atendió me dijo que si no tenía
suficiente con lo que había perdido que aún quería perder más. Yo lo miré
asombrada ante tanto optimismo y no me digné a contestarle.
Me marché pensando que
pronto me llamarían y sí que me llamaron, tres o cuatro veces al día: algunas para reírse, otras para engañarme y
hacerme ir a una dirección que no existía…
Pero, el domingo cuando ya
el anuncio llegaba a su fin, sonó el teléfono y una voz de mujer me pidió que
le hiciera una descripción. Al hacerla, me dijo escuetamente, venga a buscarlo
y fui, aun corriendo el riesgo de que fuera otro engaño. Al llegar y ver que
era de verdad, sin poderlo evitar rompí a llorar.
El reloj estaba muy cerca
de mi casa en la Barriada de la Victoria, Plaza de Galiano y la señora, que se
llama Mercedes, no aceptó la recompensa. Me contó dónde se lo había encontrado
y que, aunque no acostumbraba a comprar la prensa, el marido le decía que lo hiciera los domingos, por si alguien lo
reclamaba.
Así fue como recuperé el
único objeto importante que he perdido en mi vida. Al mismo tiempo, aumentó mi
credibilidad y confianza en los seres humanos;
por ambas cosas estaré eternamente agradecida.
Perdido y encontrado, gracias a la fe, a no darse por vencida pero también por obra de la honradez y generosidad a toda prueba de la gente, la buena gente. Bonita historia que, efectivamente, te reconcilia con la confianza en las personas.
ResponderEliminarExisten en el mundo personas buenas, aunque siempre nos topemos antes con las malas. MªDolores.
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