Nosotras íbamos para Güimar con el
coche. Respondía bien pero eran las dos de la mañana y le di al botón de la luz
y me lo cargué. ¡¡Nos quedamos a oscuras!!. Menos mal que había un camión delante que nos
servía de guía: no nos despegábamos del camión ni por la justicia y rogándole a
Dios que no se fuera pues llevábamos el coche lleno; con mis hijas y unas
amigas que fuimos a buscar. No sabíamos cómo íbamos a llegar al Puertito pero
sin saber cómo, llegamos. No había
llegado el fin de aquella historia.
Al
intentar parar el motor, el coche seguía
encendido y no había manera de apagarlo.
¡Qué noche la de aquel día! Esta es una anécdota del pasado.
Una anécdota como para no olvidar. Algún día me contará qué pasó finalmente con aquel coche de la aventura.
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