Soy Jonai –aborigen de la isla de la
Gomera–. Corre el año 1492. Hernán
Peraza y Luis de Boadilla son los amos de nuestro terruño: son tiranos que avasallan
a los gomeros. Yo estoy en los montes
altos con el pastoreo y, como siempre,
soñando con algo mejor. De pronto,
avisto en la mar dos naves con muchas velas que se dirigen a la capital. Ni me
lo pienso; cojo mi palo y atravieso los abruptos barrancos, llego a la bahía y
los escucho: se van a buscar tierras nuevas. Son tres barcos. El tercero está
en la isla de Canaria mientras arreglan el mástil. Yo pienso partir con ellos.
Me cuelo en la Santa María donde va
el almirante. Ya en alta mar, me descubren. Les doy pena y me dejan –trabajando
en lo que sea–.
Pasan
los días y sólo vemos mar. La comida escasea.
Hasta que, de pronto, Rodrigo de Triana grita ¡¡Tierra!!. Estamos salvados, por fin conoceré otras
tierras y otra vida.
12 de octubre de 1492.
Me ha encantado este relato; sobre todo el punto de vista desde el que lo has contado. Frases cortas, directas, que se convierten en certero esbozo de lo sucedido; suficientes para poder ver paisaje y sensaciones.
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