Aquel vestido
que voy a recordar con ayuda de las fotos familiares, fue comprado por mi madre
en un viaje de placer que hicimos a Barcelona.
Era una prenda única, un modelo exclusivo en color rojo. La delantera y los bolsillos estaban bordados
en trazos geométricos, con hilo blanco.
Del talle salía un cinturón de la misma tela, que se ataba detrás en
forma de lazada.
Ese vestido
estaba reservado para las ocasiones excepcionales, como la Fiesta del Cristo de
La Laguna, la Romería de San Benito,… En Corpus lo lucía cuando paseábamos
admirando las alfombras y algunos domingos lo vestía por las mañanas para
asistir a misa y en las tardes para ir al cine.
Con nueve años,
como tenía entonces, con ese vestido me sentía una personita muy
importante.
¡Es asombroso
como un vestido puede aflorar en nuestro ser tantas emociones!
Cierto y que siga haciéndolo a través del tiempo, cuando traemos a nuestra memoria su recuerdo, es uno más de sus prodigios.
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