La
vida pasa más rápido de lo que Mario quisiera.
Hace ya la friolera de veinte años que dejó su tierra y partió de ella
con la idea de buscar un futuro y una vida mejor. Atrás dejó amigos, padres, hermanos y una
esposa.
Los
amigos, los perdió con la distancia, los padres, desgraciadamente fallecieron
sin poder volver a verlos, el contacto con los hermanos se fue mermando hasta
limitarse a una llamada por Navidad. Con
la única persona que mantiene contacto es con su esposa y veinte años sin verla
han hecho que cada quien forje su camino.
A
los pocos meses de haber llegado a Venezuela, le llegó la noticia de que iba a
ser papá, lo que hizo que sintiera más responsabilidad por forjarse un destino
y trabajar duramente para poder enviar dinero todos los meses. Vio a través de cartas y fotos, como esa niña
que hoy ya es una mujer, iba creciendo y como su vida iba pasando, sin
disfrutarla.
Sí, no cabía duda de que había llegado el
momento de recuperar el tiempo perdido.
Hoy cogería ese avión que lo llevaría de nuevo a su tierra natal, donde
ya nada sería como lo dejó. Llegaría más
viejo y más sabio y con la lección aprendida: el tiempo pasa y hay que
aprovecharlo porque no se puede volver atrás.
Efectivamente, así es. El tiempo que se pierde no se recupera jamás pero, nunca es tarde para aprender la lección y el personaje que has creado lo ha hecho para su alegría y la nuestra. Muy bien contado, Mima.
ResponderEliminarES UN RELATO QUE ME HA ENCANTADO. MUY EN TU LINEA. LUEGO NOS VEREMOS
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