Un día,
Elena salió de su casa porque tenía que hacer unas compras. Se acercaban las Navidades y eran días de
regalo y tristes recuerdos. Por esas
fechas era cuando más echaba de menos a su madre, quien le dejó muchos y muy
buenos recuerdos. Siempre la tuvo cuando
la necesitó.
En el último
cumpleaños de Elena, estando su madre
viva, le regaló un bonito y elegante paraguas.
Era grande, para que se protegiera mejor de la lluvia, le había dicho su
madre al entregárselo. A partir de
entonces, el paraguas era su amigo inseparable en los días de lluvia.
-¡Cuidado,
no lo pierdas! -le había aconsejado su
madre alguna vez –¡no lo dejes en cualquier sitio!.
-¡Éste que
me regalaste, nunca lo he perdido! Estarás contenta, mamá- pensó en voz alta
Elena –él me protege de la lluvia, como ahora, igual que tú lo haces desde el
cielo.
Estaba
cayendo una tromba de agua, menos mal que el paraguas era grande. Pensaba en ello mientras se disponía a
meterse en el coche, cuando lo vio luchando con su paraguas. No podía abrirlo y su elegante traje se
estaba empapando.
-¡Pobre
chico! –pensó –va a coger una pulmonía.
Se le acercó
y le ofreció compartir su paraguas con él.
El joven aceptó encantado. Lo acompañó a su coche y se despidieron con
un apretón de manos y unas ¡Felices Navidades!.
Esa fue la primera vez que lo vió.
¡Cuántas historias encerradas bajo ese paraguas, Naty! El amor de una madre, el amor de una hija por su memoria, la protección de aquellos que nos amaron, la vida que sigue, a pesar de todo, el inicio de una historia nueva, gracias a un paraguas. Excelente. Muy buen relato.
ResponderEliminarQUE SUERTE TENER UN PARAGUAS, PARA HACER NUEVAS AMISTADES Y TAMBIÉN PARA RECORDAR A UN SER QUERIDO. ME HA ENCANTADO TU RELATO
ResponderEliminarNATY, SIEMPRE TE LO DIGO, ENVIDIO TU IMAGINACIÓN, QUE OCULTO LO TENIAS, HAS DEMOSTRADO SER UNA CAJA DE SORPRESAS,UN ABRAZO.
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