Cuando terminé de escribir sobre el poeta Gustavo
Adolfo Bécquer, puse la tele y, haciendo zapping, me salió un programa
argentino. Por curiosidad, esperé para
ver de qué iba. Enfocaron a un grupo de
mujeres –más o menos unas quince – que estaban sentadas alrededor de una mesa
rectangular. Cada una con un papel en
las manos. Después procedieron, en
orden, a leer sus escritos. Me
sorprendió profundamente el parecido tan grande con lo que hacemos nosotras en
el Taller de Narrativa.
Cuando una de ellas leyó el suyo, escuché la
historia de su vida y cómo secuestraron a su hijo durante el gobierno del
dictador Videla. El profesor que dirigía
a este grupo de mujeres era un psicoanalista que les daba charlas para
fortalecer su espíritu y las motivaba a plasmar sobre el papel lo que sentían. Cuando acabó la clase, merendaron todas
juntas, igual que nosotras. Era como si
todas estuviéramos en Argentina. ¿Saben
lo que pensé en ese momento? Que me
hubiera gustado que fuéramos golondrinas que, volando sobre el Atlántico,
voláramos para encontrarnos con otras golondrinas argentinas para darles un
abrazo.
Dulce esta historia, Luisa. Una vivencia maravillosa la tuya que agradezco hayas compartido con nosotras. Me emocionó la analogía que haces entre aquel interesante grupo de mujeres argentinas y nosotras. Destila cariño y admiración este relato. Me ha encantado.
ResponderEliminarSIEMPRE ME SORPRENDES, CONSIGUES CENTRAR LA ATENCIÓN DEL LECTOR EN TUS ESTUPENDOS RELATOS. CONTINUA ASÍ. UN ABRAZO
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