martes, 20 de noviembre de 2012

SEGUNDO PREMIO NARRATIVA HERTE 2012


EL REO de  Angélica Camerino Parra
                                                               
Algunas tardes, quizás para matar el tedio o, tal vez, para no sentir tanto su ausencia, cerraba los ojos con mi taza de café en la mano y podía revivir en mi memoria toda la escena:  la luz entrando por la ventana como un manto sedoso, nosotros sentados en la mesa raída y coja jugando al  póker, entre cigarrillos y conversaciones sobre las frugalidades de la cotidianidad…  Él me preguntaba sobre el mundo exterior y yo le respondía, sin mucho entusiasmo, para que mis palabras no aumentaran el peso de los días de presidio.  Nunca me he preguntado cómo percibe la vida  un recluso, sin embargo, se me antoja que muy triste y monótona.
Cuando lo vi por primera vez, se ganó mi simpatía inmediata.  Algún compañero me advirtió que era un reo muy peligroso, con posible condena a muerte o, al menos, a varias cadenas perpetuas.  No hice mucho caso a sus palabras.  Primero, me limité a observarlo: algunas veces estaba solo, leyendo algo de prensa o alguna novela, no muy gorda; otras, lo descubría con la vista perdida en algún punto fijo de su celda, o del patio, fumando un cigarrillo tras otro. Así fue hasta una tarde de verano en la que lo vi sentado en una mesa, barajando unas cartas, mientras en sus labios, un cigarrillo encendido amenazaba con caerse.  Me acerqué y me ofrecí jugar a las cartas con él. Aceptó.  A partir de ese momento, aquello se convirtió en una rutina para nosotros.
Un día de primavera, escapó.  Me enteré al llegar a mi turno del mediodía.   Finalmente, había sido condenado a un par de cadenas perpetuas.  Enseguida concluí que, sin duda, aquello lo había apabullado hasta tal punto de motivar su huída.  A ello ayudó que esta no es una prisión de excesiva seguridad, debo admitirlo.  No supe más de él y, de verdad, por un tiempo me hizo mucha falta su compañía por las tardes.  Él me ayudaba a llevar, con menos sopor, mis tardes al cuidado de delincuentes sosos.  Nunca lo encontraron.  Jamás dieron con su paradero.
Ahora me encuentro aquí; jubilado, ocioso, escribiendo unas memorias algo insulsas sobre mi experiencia como guardia penitenciario, para matar un poco la modorra de tanto tiempo libre.  Suena el timbre de la puerta de mi casa.  Mi hija dijo que vendría a visitarme: debe ser ella.  Abro la puerta.  ¡Sorpresa!.  Su nuevo marido, su tercer matrimonio.  El reo.

3 comentarios:

  1. El jurado valoró la buena estructura y el tono narrativo de este escrito. Cada pequeño detalle va encajando en la historia, justificando así su presencia, como ha de hacerse en todos los buenos relatos. Buen uso del lenguaje y gran cuidado en la estructura formal, lo que permite una lectura fluida de lo que se nos está contando. Logrado manejo de los tiempos narrativos. Bien cerrado, el relato nos brinda una sorpresa final. Felicidades a la ganadora de este merecido segundo premio y, de mi parte, un abrazo.

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  2. EL PREMIO LO TIENES MÁS QUE MERECIDO. ES UN RELATO MAGNIFICO, QUE ATRAPA AL LECTOR HASTA EL FINAL, CON LA SORPRESA DE -TU YERNO- ¡FABULOSO!

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  3. Felicidades por el relato que realizaste. La atmósfera que recreas hizo que me metiera en la historia y sobre todo reflexionar. Al igual que al narrador de la historia pensé: Nunca me he preguntado cómo percibe la vida un recluso, sin embargo, se me antoja que muy triste y monótona.

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