Soy un fantoche creado para espantar todo lo que
vuela. Los niños se burlan de mí y de mi
vestuario viejo y andrajoso. ¡Señor, qué tristeza y soledad! No he reído en
toda mi vida. Ellos creen que no tengo
alma; se equivocan. Dicen que el abrigo
que llevo era del amo que viajó a península.
Lo huelo y tiene olor a tabaco del bueno, a las mujeres que achuchó, a
los niños que abrazó, así que… algo siento.
Lo más triste es lo solo que estoy, crucificado
siempre, en medio de vientos o calores.
Lloro, ¡sí lloro! y si no me creen, vengan y verán la tierra mojada.
También hay algo bueno como el amanecer, el sol que
calienta, los canarios cantando, el ocaso del día y esta luna que me ilumina.
Creo que mi ánimo mejoraría si pusieran a mi vera,
una compañera espantapájaras.
¡Qué bueno! Esa voz narrativa en primera persona, poniéndole alma y sentimientos a un espantapájaros, me ha encantado, por varias razones, principalmente porque uno empatiza sin problemas con su soledad, pero sobre todo, se conmueve con su falta de amargura, pese a todo.
ResponderEliminarEres tan especial narrando, que espero impaciente cada semana para leer lo que escribes. Nunca me defraudas, todo lo contrario, me encanta lo que haces y como lo haces. Un abrazo. Mary
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