Era un espantapájaros, cansado de estar siempre en
el mismo sitio y en la misma posición, se supone que espantando a los pájaros y
otros animales. En realidad, no les
daba miedo y se comían todo. Mis dueños no sabían qué hacer porque no les
servía para lo que estaba hecho. No
asustaba a nadie.
Un día, los hijos de mi amo, decidieron cambiar mi
aspecto. Me pusieron una falda de su
madre; ancha y de muchos colores, un sombrero de flores y pañuelos atados a
los brazos. ¡Cómo se reían los niños de mí!
-¡Mira, mira, está muy guapa! ¡Ahora es una chica! –gritaban,
mientras yo me sentía ridículo con aquel
aspecto, pues no es normal ver un espantapájaros con faldas.
El caso es que, ese cambio, surtió efecto. Cuando hace viento, los pañuelos se mueven y
las faldas vuelan y, gracias a eso, los pájaros y demás animales huyen
espantados. Por eso sigo aquí, en mi
puesto. Ahora todos me miran y me siento
muy importante por eso y, gracias a los niños, que me quieren, me siento casi
humano aunque muy orgulloso de ser un buen espantapájaros.
Buen espantapájaros dentro de un buen relato. Tiene varias lecturas y me parece ideal como cuento infantil. ¡Muy bonito!.
ResponderEliminarEspecial relato de espantapájaros, se sale de lo corriente y me parece muy interesante.
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