Era tanta su afición al juego que, cada vez que
pasaba por delante de un bingo, entraba y jugaba aunque necesitara el poco
dinero que tenía para sus necesidades diarias.
Cuando ganaba una línea lo iba anotando y se prometió que no llegaría a
jugar una docena.
Y llegó el día señalado para cumplir su
promesa. Cuando llegó a las once líneas,
dejó el juego para siempre.
Muy bien. Buena la idea de llevar el título impuesto de Las once líneas, hacia el tema de la ludopatía. Bien resuelto, Teresa.
ResponderEliminarMuy bien expuesto el título de la tarea, me ha parecido genial.
ResponderEliminar