Entré de
puntillas al libro, una noche de abril.
Aproveché que ya todos dormían y empecé a leer una historia muy bonita,
que según su autor, era real.
Una joven
china muy inteligente, fue enviada a estudiar a unas aldeas; era lo habitual en
la época del presidente Mao. Allí conoció
al que fue su primer y único amor, de una clase distinta a la suya. Lucharon por su amor y, aunque era difícil
siguieron adelante. Por distintas
circunstancias, se veían poco y cada vez menos.
Cuando se encontraban, ella notaba que él estaba cada vez más delgado,
pero él no le daba importancia hasta que, después de un largo tiempo sin verse
ni saber lo que pasaba, la joven recibe una carta del padre de su enamorado,
pidiéndole que fuera a verle. Lo que ella no imaginaba es que él estuviera
agonizando debido a una leucemia. Él
deseaba morir cogido de su mano y así fue.
Cayendo dos lágrimas por su rostro y con las manos unidas, se fue.
A mi no me
gustó el final, la verdad, le hubiera dado otro más lleno de esperanza pero así
lo leí y así lo cuento.
Ésta era tu oportunidad de cambiarlo, Teresa; meterte en la historia para dirigirla hacia donde tú querías, pero entiendo que has preferido respetar el desenlace original y dejar para tu imaginación otro distinto a éste, más reconfortante...
ResponderEliminarAdentrarte en esa historia con final fatídico no parece agradable. Dale un cambio y, que sean felices. Se lo merecen
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