Aprovechó
que ya todos dormían y se puso a leer un libro.
Se metió de lleno en sus páginas y, cuanto más leía, más pena le daba.
Óscar era un
gatito pequeño, muy bonito. A medida que
iba creciendo, su cola se le veía más linda, como la de un gato siamés. Irene lo había encontrado en un jardín, una
de las tantas mañanas en la que sacaba a su perra a pasear. Descubrió que aquello que olfateaba la
perrita, era un gatito malherido. Lo
llevó al veterinario y éste le advirtió que estaba muy mal pues había recibido
un golpe en el hígado. Se lo llevó a
casa con los medicamentos que le habían recetado, y lo cuidó con tanto esmero
que el gatito se fue recuperando.
Un mal día,
Óscar desapareció. Unos cuantos meses
pasó Irene buscándolo, hasta que una tarde apareció en el mismo jardín donde lo
había conocido. Estaba sucio, lleno de
tierra y hierba sus patas y muy enfermo pues había permanecido demasiado tiempo
sin su medicación.
El
veterinario corroboró que estaba muy mal y lo dejó hospitalizado por dos
días. Irene iba a verlo varias veces; mañana, tarde y noche, hasta que el veterinario dejó de darle
esperanzas.
-¡Vaya
putada le vas a hacer a tu dueña! –escuchó que le decía al gatito.
Así fue,
Óscar murió y fue enterrado en el jardín donde apareció.
El lector
cerró el libro antes de que dos lágrimas cayeran sobre él.
Bien contada esta historia triste que rezuma amor por los animales. Muy tierna.
ResponderEliminarBonito y tierno relato dedicado a un bello gatito.
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