Creo que se
me puede considerar una mujer trabajadora.
Siendo la única chica que había en mi casa, desde muy temprana edad,
tuve responsabilidades superiores a las que me correspondían. Cuando tenía dieciocho años, me presenté a
una convocatoria que hizo Cáritas Diocesana para trabajar en las parroquias y
me enviaron a Taco. Allí estuve tres
años, luego seis meses en Cáritas de San Francisco, hasta que me casé.
Durante
catorce o quince años, por decisión propia, quise ejercer sólo de ama de casa,
dedicada por completo al cuidado de mis cuatro hijos y todo lo demás que eso
conlleva, hasta que éstos me fueron necesitando cada vez menos, por lo que
empecé a trabajar en lo que más me gustaba, que era la venta directa por
catálogo.
Mi marido me
necesitó y, sin pensarlo dos veces, dejé todo y me lancé a una aventura nueva y
desconocida para mí; durante dieciocho años fui su habilitada y los dos
formamos un buen equipo. Luego, conocí
una empresa de venta directa que se llamaba Ibernox y me dediqué por completo a
ella. Y así pasé otros veinte años,
hasta que cumplí los sesenta y cinco y me llegó la jubilación, y con ella, el
ansiado “descanso”, entre comillas, que como tantas mujeres trabajadores de mi
época, me tenía merecido.
A través una narración fluida, recorremos tu largo y variado recorrido laboral, no exento de aventuras y de experiencias enriquecedoras que, ahora, echando la vista atrás, te deben hacer sentir plena, pues sin duda aportaste tu granito de arena, en la consecución de los derechos de los que hoy gozamos las mujeres.
ResponderEliminarPerfecta tu narración de esos hechos verídicos, entre el trabajo de casa y el de fuera de ella, o bien compaginando los dos. Si no fuera por las mujeres...
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