Entró de
puntillas al libro, una noche de abril.
Aprovechó que ya todos dormían y empapeló su alma con las sedosas hojas
de aquel libro histórico, devorando página a página sus frases impresas que
iban desgranando la belleza, armonía y glamur de María Antonieta; ¡una mujer
fascinante!.
Él, un
modesto hombre, se veía en los salones de su palacio, bailando con ella, ciñéndola
por su estrecha cintura, marcando, al mismo tiempo, los pasos de un vals
vienés.
Gran mujer;
enérgica, pícara, aunque tal vez la delataba su imprudencia. Aunque estuvo encerrada en el Temple,
envejeció con dignidad, celebrando su último cumpleaños a la edad de 105 años.
¡Qué vejez tan prodigiosa! Hasta en eso se destacaba de las demás.
Salió del
libro, como había entrado, de puntillas, orgulloso de haberla salvado de la
guillotina.
Buen uso del lenguaje poético-narrativo, Dolores. Me ha gustado mucho tu relato, que se ajusta exactamente a lo que se pedía: entrar a un libro para modificarlo de alguna manera.
ResponderEliminarEs precioso y emocionante este relato tuyo que, con maestría, le has dado la vuelta a la historia, haciendo que la reina viviera mas de un siglo. Prodigiosa tu imaginación.
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