En los años cincuenta, en la costa de San Miguel, había muchas fincas arrendadas para el
cultivo de tomate. Primero, para
ponerlas en producción, tenían que
quitarle todas las piedras a la tierra y eso lo hacían las mujeres,
recogiéndolas en cestas que transportaban en la cabeza para llevarlas a unos
grandes montones que los hombres colocaban haciendo una especie de pirámides;
¡ahora dicen que fueron hechas por los guanches!.
Esas mujeres,
para protegerse del sofocante sol, se ponían unos grandes sombreros en la
cabeza y debajo un pañuelo atado al cuello. En las piernas usaban unas medias de punto gordas que, cuando se le rompían, hacían con ellas una especie de guantes para,
de esa manera, cuidar sus manos.
Todas ellas
eran dignas de admiración, porque luego de una durada jornada de trabajo, al
llegar a sus casas, continuaban haciendo todas las tareas domésticas y cuando
terminaban con ellas, iban a lavar la ropa en una atarjeas por las que el agua
corría. Colocaban una piedra plana y
allí, de rodillas, lavaban hasta dejar su ropa como los chorros del oro. Eso sí era trabajar. Ahora nos quejamos por nada aunque tenemos
todo lo que queremos solo con tocar un botón.
Mi
admiración para todas ellas; de las que todavía me acuerdo como si fuera hoy.
A través de tus relatos hemos ido conociendo aspectos curiosos de la vida y costumbres de las gentes y lugares de esta isla de Tenerife en épocas pasadas.. A mi me encanta descubrir con tus historias, estos detalles cotidianos del transcurrir de la vida de entonces.
ResponderEliminarLo que cuentas de los años treinta, también ocurría en los sesenta, yo lo recuerdo perfectamente; en mi pueblo pasaba lo mismo. Las mujeres, siempre hemos tenido coraje para sacar adelante a la familia y cuidar de la casa.
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