El otro día,
en una reunión, escuché a unos amigos hablar entre sí. Después de los saludos, vinieron las
preguntas: ¿cómo está la familia?, muy bien, la niña en ballet, el niño en
kárate y yo al gimnasio todos los días.
Los invito a una paella a las once, eso sí, hecha por mi señora, dijo en
un momento dado el padre de familia.
La señora,
que se había levantado a las seis de la mañana y después de dejar a los niños
en el colegio, se había ido a trabajar, luego al salir los había recogido para
llevarlos por la tarde a las actividades, vuelto a casa para recogerla y mil
cosas más, propia de una madre trabajadora, no daba crédito a la invitación de
su marido.
Cuando el
amigo preguntó: ¿y en tu casa quién trabaja?, el aludido respondió: mi esposa
solo trabaja nueve horas. Era obvio que
el señor era únicamente el representante familiar.
Las mujeres
hemos avanzado mucho, pensé, pero todavía nos falta camino por andar.
Sirva este
humilde relato para destacar la valentía de las mujeres que tal día como hoy,
perdieron su vida por defender los ideales que creían justos: igual trabajo, igual salario, y para poder en
la actualidad, contarlo nosotras, sin necesidad de representante familiar.
Un ejemplo muy gráfico el de tu relato, Elvira. Me uno a lo que dices y al homenaje que con él haces a aquellas mujeres, sin cuyo valor, no habríamos avanzado tanto.
ResponderEliminarEl hombre, insensible al esfuerzo de la mujer, no entiende como ésta no pueda realizar otro trabajo extra, para así quedar él como un rey ante sus amigos.¿ Egoísmo? no,falta de conciencia; si fuere él quien tuviera que cocinar lo pensaría cien veces antes de hacer la invitación.
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