Había un matrimonio que vivía en una
mansión muy grande y bonita, con muchos árboles y flores. Era un regocijo vivir
allí, un lugar fresco y agradable, pero…ya sabemos que siempre nos falta algo.
Tenían dos hijos, uno de ellos sufría de una deficiencia. Sus padres lo llevaban
con paciencia, el niño no comprendía nada, todo lo veía bueno y vivía feliz al
lado de su familia, era muy cariñoso con sus padres y hermanos. Sus
progenitores, a solas, hacían sus comentarios, como un día que la madre
reflexionó en voz alta:
–Esto es lo que Dios nos ha ofrecido, ha
llegado el tiempo de ir olvidando lo pasado, y
juntos vamos a pasar el tiempo que nos falta y pedirle a Dios que nos dé
salud ya que en esta vida todos recibimos varios contratiempos, cada uno tiene
que conformarse con su destino.
Su marido aceptó las palabras que su
señora le decía y terminaron sus vidas recordando siempre los buenos y malos
ratos que en la vida habían pasado pero…sin olvidar el presente. Había llegado
el momento de pasar página.
Enfrentarse a los hechos con esa mezcla de valentía, paciencia y amor que solo los padres conocen frente a los problemas de salud de un hijo; de eso me habla tu relato de esta semana, Lucía.
ResponderEliminarEl amor de los padres es muy grande, aprenden a afrontan lo que la vida les ofrece con resignación porque el cariño les ayuda a estar unidos y luchar por lo que quieren.
ResponderEliminarBonita narración. Muy buenos y comprensivos padres. MªDolores.
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