No parecía real lo que estaba
pasando, era como una pesadilla que
parecía no tener fin. Hacía apenas unos segundos todo era felicidad y armonía y,
en un abrir y cerrar de ojos, todo se ha truncado: un infarto, la ambulancia,
el médico que dice que ya es tarde, que no se puede hacer nada, ¿y ahora qué
hago?. Tengo que ir a recoger al niño al colegio, ¿cómo le voy a decir que su
papá ha volado muy lejos junto a las estrellas?. Confío en lo bien que lo hemos
preparado para todo lo bueno y malo de esta vida, vamos a ver cómo se toma los
acontecimientos.
Ha llegado el momento. Trato de
decírselo de la forma más normal del mundo, aunque me cuesta; él parece
entenderlo, aunque está triste, tratamos de afrontar la situación como podemos.
Han pasado varios meses y tengo que
tener otra conversación con él, que aunque aún estamos desolados, es hora de
pasar página y seguir adelante.
Por alguna extraña razón, el reto de esta semana, les ha conducido a casi todas por terrenos escabrosos. Curiosamente, lo contrario de lo que suele suceder que es que, a partir de una misma propuesta, cada una vaya por caminos distintos. Me resulta muy interesante descubrir este tipo de cosas. Tú nos relatas otra situación dramática y definitiva, otra conversación entre madre e hijo que conducirá a una nueva etapa.
ResponderEliminarLas etapas tenemos que vivirlas como se presenten, unas veces bien y otras menos buenas pero, casi siempre se pueden salvar.
ResponderEliminarLos niños son muy inteligentes, seguro que lo comprenderá. Muy interesante. Mª Dolores.
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