En este siglo XXI, la situación de
los mayores ha avanzado mucho. El noventa por ciento percibimos alguna pensión,
eso nos ha proporcionado autonomía. Antiguamente no podíamos escoger cómo
queríamos vivir, por fuerza nos teníamos que quedar en casa de algún hijo o
nieto, o quizás de algún sobrino; si teníamos propiedades, todos nos querían
llevar con ellos.
Algunos hijos al casarse y no tener
medios para pagar alquiler, se quedaban a vivir en casa de los padres y esos
eran los que, pasados los años, se hacían cargo de ellos; si eran hijos únicos,
no había problemas porque ya lo tenían asumido y en vez de una pareja, pasaban
directamente a ser una familia. En muchos casos era muy bonito ver cómo se
respetaban y ayudaban, pero en otros resultaba muy problemático: cuando se
trataba de varios hermanos y faltaba el padre o la madre y sólo quedaba uno,
siempre tenía que estar con el bolso preparado y le apeteciera o no, ir
continuamente de una casa a otra.
Pienso que el cambio del ayer a hoy
ha sido positivo y aunque nunca estamos conforme con lo que tenemos, hay que
reconocer que si alguna vez estamos solos, es porque en muchos casos, salvo
algunas excepciones, nosotros lo hemos elegido.
Como bien dices en tu certera reflexión, todo en la vida tiene dos partes; yo añadiría que a veces son diversas las caras de la realidad a la que nos enfrentamos; lo digo porque creo que hoy en día también muchos de los mayores se han convertido en el soporte de sus hijos, debido a las circunstancias económicas que vivimos.
ResponderEliminarMe ha parecido un razonamiento muy interesante que ocurre con frecuencia. Vivimos con prisa y no tenemos tiempo de reflexionar sobre nuestros actos. Es una pena.
ResponderEliminarMe ha gustado tu narrativa, comoaclaración te digo que yo pertenezco al grupo de las excepciones. Mª Dolores.
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