Era
un día gris y llovía intensamente. Leopoldina recibió una llamada de su novio
quien al cancelar la cita que tenía con ella, añadió que habían terminado, pues
tenía otra mujer.
Leopoldina,
muy disgustada, decidió salir a la calle, tan triste y gris como el día que
estaba viviendo. Sin rumbo, caminó y
caminó, sin saber qué hacer, seguía
deambulando por las calles bajo la lluvia. De pronto, en frente de ella, vio a
su antigua amiga Dorotea. Hacía tiempo
que no se veían y, llorando, ambas amigas se abrazaron y juntas decidieron
refugiarse de la lluvia en un guachinche cercano. Se sentaron junto a la
chimenea a secarse y a tomar algo calentito.
Empezaron a hablar y, gran casualidad, a Dorotea le había sucedido lo
mismito que a Leopoldina. Una hablaba y la otra también, ambas parecían estar viviendo
la misma historia. Cuando se dieron cuenta, empezaron a reír y a reír. Eran tales las risas que resultaron contagiosas y, sin saber bien
por qué, todos los clientes de aquel guachinche no pudieron parar de reír.
Risoterapia, claro que sí. No conozco mejor manera de aliviar las penas, eso y hacer partícipe de ellas a una buena amiga en quien apoyarse. ¡¡Viva la risa y la amistad, Milagros!! Y gracias por traernos a ambas a este taller y a este blog
ResponderEliminarSimpático y divertido relato; esa clase de lectura nos hace muy felices.. Enhorabuena.
ResponderEliminarNo hay nada más gratificante que compartir los amores fustrrados. Mª Dolores.
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