En una tarde fría y gris de invierno, iba dando un
paseo cuando empezó a llover. Entré en
un bar, me senté en una mesa y pedí un café.
Estando allí, entró un hombre con sombrero y gabardina negros. Se sentó en un rincón del bar y poco después
vi como el camarero le servía un café, también.
Me distraje observando la lluvia y, de pronto, el hombre se puso de pie
y empezó a dar gritos. Se agitaba de tal
manera que daba miedo mirarle. Yo estaba
sobrecogida y la gente se preguntaba qué le pasaba. Nadie sabía.
Entonces, cayó al suelo como fulminado por un rayo. No supe si estaba desmayado o muerto. Me levanté y salí a la calle. Al poco rato me detuve. Vi lo que vi, oí lo que oí, pensaba, aunque
todo me parecía un sueño, era la realidad y seguía lloviendo…
Aunque huyamos de la realidad, ésta se impone, como la lluvia de tu relato. Muy bien, Polonia.
ResponderEliminarQuiero que sepas que tu relato me ha encantado. Hay veces que ocurren cosas que nos parecen irreales, pero no, ahí están los hechos y podemos contarlos. Da lo mismo, ficción o realidad, trasmitirlo es bueno. Abrazos
ResponderEliminar