Irene era una niña divertida, espontánea y feliz. Contaba quince años cuando tuvo la primera
aparición. No le dijo nada a sus padres
pues pensaba que no la creerían pues no se cansaban de comentar que tenía
pájaros en la cabeza.
Pasó el tiempo.
Con treinta años y trabajando, ocurrió por segunda vez. Como se encontraba muy atareada con los
preparativos de su boda y, para no disgustar a su prometido, lo dio por
olvidado.
Ahora, con una vida tranquila, sus hijos ya mayores e
independientes, pensó que era hora de actuar pues a sus sesenta años no deseaba
volver a sufrir la aparición por tercera vez.
Se lo comentó a su marido, relatándole todo lo sucedido. Irene explicó que veía un inmenso prado. En él pastaba un majestuoso caballo blanco
que la miraba unos segundos muy intensamente y después se alejaba
trotando. Su esposo tampoco lo entendió
y le aconsejó que acudiera a una médium.
-¿Crees que es necesario?
-Claro, Irene, antes de que te ocurra por tercera vez,
debes acudir a un profesional. Puede ser
el espíritu de algún antepasado.
-¡Me asustas!- le contestó ella- No puedo dejarlo así, tienes razón, haré lo
que me indicas.
Me has dejado con la miel en los labios. ¡Necesito saber qué pasó!. Este relato se merece un final, al menos ligeramente cerrado; no tan abierto. Está tan bien contado que uno, como lector, sigue la trama con sumo interés para descubrir el porqué de esa aparición. ¡Cuéntanosla por favor!
ResponderEliminarAl igual que Isabel, espero la siguiente entrega de la historia. ¿No será que esto vienes por fasciculos?. Hasta pronto. Un abrazo. Mary
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