María iba con su coche y se detuvo al ver el semáforo
en rojo. Cuando cambió a verde, siguió
su camino por la carretera hasta llegar al parque donde se dirigía. Aparcó el coche y comenzó a pasear a través
de los árboles pues el día estaba precioso.
Se sentó en un banco y cerró los ojos.
Empezó a soñar. Parecía que hasta
los árboles hablaban. Pasó el tiempo
relajada y feliz hasta que se dio cuenta de lo tarde que era y que debía volver
a casa. El paseo había valido la
pena. Había podido disfrutar de aquel
día tan bonito.
Nos hablas del semáforo rojo que a veces deberíamos poner a esta vida llena de prisas. Parar, detenernos y disfrutar de lo maravilloso de la vida, un paseo, la calma o simplemente soñar. Muy bonito, Elda.
ResponderEliminarNarras cosas bonitas y positivas en tu escrito, es lo que nos hace falta. Debemos tomar tu ejemplo
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