Nuestra
familia emigró a Cuba y allí nos llamaban Los Isleños. Uno de mis tíos tenía entonces diecisiete
años y mis abuelos lo mandaron a trabajar a una hacienda. Como no sabía mucho de labores del campo, lo
pusieron a preparar los desayunos y las comidas. Los fines de semana, mi tío iba a ver a la
familia. Lo hacía a caballo y la
madrugada del lunes, volvía a la hacienda.
Cuentan que siempre lo hacía cantando:
“A mí me llaman el negrito del Batey
Porque el trabajo para mí es un enemigo
El trabajar yo se lo dejo todo al buey
Porque el trabajo lo hizo Dios como castigo.
A mí me gusta el merengue apambichao
Con una negra retrechera y buena moza
A mí me gusta bailar de medio lao
Bailar medio apretao
Con una negra bien sabrosa.
Negrita, si no es verdad,
merengue es mucho mejor…”
Así,
canta que te canta, llegaba a la hacienda bien tarde, o bien temprano en la
mañana, según se viera. No le daba
tiempo de descansar un poco antes de la faena pero, dicen que a él le daba
igual; siempre estaba contento y cantando, aunque no descansara, aunque no
durmiera…, muy al contrario que a aquel Negrito del Batey:
“…
A mí me llaman el negrito del Batey…
porque eso de trabajar
a mí me causa dolor…”
.
Elda, cada vez me gusta más lo que escribes. Con una sencillez que enamora, esta historia me lleva a la Cuba de entonces, al compás de esa canción de la que nos hablas
ResponderEliminarTus relatos evocadores de un tiempo pasado, son preciosos.La canción la oí por primera vez, es bonita, y parece que el "negrito Batey" tiene un poco de vagancia, todo lo contrario que tu familiar.
ResponderEliminarPreciosa historia. Como el negrito del Batey, también pienso que el trabajo siempre es un enemigo: cuando se tiene sí, pero sobre todo cuando no se tiene, ¿les resulta familiar?
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