Existen
muchas clases de cartas: carta astral perteneciente a los astros, carta blanca;
facilidad amplia que se da a uno para que lleve a cabo una misión, carta
credencial; la que acredita a un embajador, carta pastoral; escrito por el cual
un prelado comunica con sus diocesanos, Carta Magna; que es la constitución de
un país, cartas de la baraja… Pero
ninguna de estas cartas tenía nada que ver con la que esperaba Lucrecia. Día tras día, año tras año, miraba en su
buzón deseando encontrar la carta de su gran y único amor.
Cuando eran
jóvenes, Roberto se marchó a América buscando nuevos horizontes. Prometió que nunca la olvidaría y que le
escribiría contándole todas sus vivencias en aquel continente. Por esa razón, Lucrecia no perdía la
esperanza y estaba convencida de que esa carta llegaría algún día, pues aún le
amaba apasionadamente.
Una mañana,
al leer el periódico, el corazón le dio un vuelco. La noticia decía que un famoso cirujano venía
a la ciudad para impartir una conferencia sobre la salud. ¡Oh!, la fotografía
era de él. Se notaba más maduro pero, no
había perdido su atractivo. El nombre y
los apellidos también eran los suyos.
Lucrecia decidió que asistiría a la conferencia e intentaría saludarle y
le exigiría una explicación. Tal vez lo
estaba juzgando mal pues pudo haber escrito la dirección incorrecta y Correos
pudo haberle devuelto la carta… ¡Qué desilusión!. Cuando fue a saludarle, no se acordaba de
ella. Tuvo que relatarle lo que vivieron
juntos antes de su partida. Roberto,
estrechándole la mano con cierta frialdad, le comentó:
-Soy muy
feliz en América. Tengo mi carrera y
cuento con un buen trabajo en un hospital.
Me casé, mi esposa espera nuestro quinto hijo por lo que no ha podido
acompañarme en este viaje. Espero que tú
también hayas encontrado a tu pareja y seas muy dichosa.
Lucrecia
volvió a su casa destrozada. Se había
aferrado demasiado al pasado, perdiendo su juventud, por una simple carta. Lloró, lloró y lloró…
Cuando se le
acabaron las lágrimas, se dijo
-¡Se acabó!
Voy a disfrutar y a vivir la vida. Para
empezar, mañana mismo buscaré el mejor restaurante de la capital y comeré, a la
carta, un gran almuerzo. El pasado, una
vez vivido hay que dejarlo atrás, ya estoy convencida de eso. A partir de ahora solo esperaré las cartas
comerciales.
Como lectora sentí, junto a Lucrecia, su desazón y su tristeza y viví con alegría su determinación de olvidar el pasado para empezar de nuevo. Esto habla de la efectividad del relato.
ResponderEliminarEres verdaderamente excepcional escribiendo, tienes madera de escritora y no te falta imaginación. Cada uno de tus relatos da gusto leerlos más de una vez. Yo aprendo de ti y de las demás compañeras del taller. Debes estar orgullosa de tu trabajo, es magnifico.
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