La primera
vez que subí a un barco fue en el año 1947, cuando destinaron a mi padre al
Gobierno Civil de Tenerife. Aquel barco
no era de papel, no; era de hierro negro muy feo y se llamaba Rey Francolí. Tardó tres días en llegar y cuando lo hizo,
atracó en el muelle de Rivera. Nada más
bajar, nos fuimos a desayunar a la calle La Noria, en un bar que había donde
ahora está Maya.
Esa época
fue feliz; pronto me hice una mujer y me eché novio enseguida. Me estuve preparando para establecerme como
modista y lo conseguí. Puse un taller y
tuve siete chicas trabajando conmigo; se llamaba Modas Maritere y, gracias a
él, me doté de todo para casarme. De esa
manera, mi marido estrenó todo de todo mientras yo no estrené nada de
nada. Ese si que fue un barco de papel
que, navegó bien durante bastante tiempo y juntos prosperamos hasta que… me
rozó la certeza de que somos como barquitos de papel ante el destino…
Excelente manera de resolver este ejercicio propuesto en clase. Barcos reales e imaginarios, usados como metáforas de la vida y el destino. Si además, añadimos sentido del humor, quienes te leemos decimos: ¡esa es Teresa!
ResponderEliminarCOMO BUENA ANDALUZA NO TE FALTA EL BUEN HUMOR, TANTO ESCRITO COMO HABLADO, ES UN CUALIDAD QUE TE ADORNA Y TE QUEDA MUY BIEN.
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