El señor
Jiménez salió a buscar trabajo –ya llevaba casi un año sin
trabajar – y lo hizo sin parar. Buscó
por todos lados, en cualquier sitio, pero como siempre, regresó a su casa afligido
y abatido. Su familia ya no tenía nada
que comer. La mujer engañó a sus hijos
con una taza de agua caliente con hierbas y los llevó a la cama, con mucho
cariño y amor. Luego se sentó a tomar
otra, mientras le recordaba a su marido que siempre se puede estar peor, que al
menos todos estaban sanos y se tenían unos a los otros. Mañana sería otro día.
Siempre nos queda la esperanza, ese asidero al que agarrarnos fuerte para no caer. Tienes razón, Paula.
ResponderEliminarComo dice tu relato, siempre hay alguien que esté peor. Esa es una realidad, que en estos tiempos difíciles se vive a menudo, mucho más de lo deseado. Esperemos que el año nuevo sea mejor que el anterior.
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