¡Qué distintas eran las Navidades en mi juventud!. No tenían nada que ver con las que vivimos
ahora. El árbol de Navidad y el Papá
Noel no se conocían. Las casas se
adornaban con figuras que recortábamos en cartulina negra y luego pegábamos en
paredes y ventanas. Eso sí, una semana
antes, mi madre y las vecinas hablaban a todas horas de la comida que iban a
hacer, sobre todo en la Nochebuena. Sin
embargo, por muchas recetas que se intercambiaran, el menú esa noche en mi
casa, siempre era el mismo. Primero,
sopa de gallina, luego, conejo en salmorejo y papas arrugadas, de postre las
golosinas propias de la Navidad, que teníamos que dejar para más tarde porque
ya no nos cabía.
Como las casas eran terreras, nos pasábamos la tarde con la
puerta abierta, entrando y saliendo para hablar con todos los que pasaban y
desearles una Feliz Navidad, lo que ocasionaba que en la calle, concurrieran
toda clase de olores. Por mucho frío que
hiciera esa noche, para mí era la más cálida del año.
Después de cenar, todas las jóvenes íbamos a la Misa del
Gallo; un poco por devoción, pero también porque era la única oportunidad que
teníamos durante el año, de estar hasta la una de la madrugada fuera de
casa. Aunque, no estábamos solas, ya que
las que teníamos hermanos, nuestros padres les decían que tenían que
acompañarnos.
Regresábamos de la iglesia, que estaba dos calles más abajo,
cantando villancicos y, como ya habíamos hecho la digestión, teníamos ganas de
comer y entrábamos en nuestras casas a devorar los polvorones y peladillas que
habíamos dejado, ¡ah! y también alguna copita de vino dulce y, así, la noche la
alargábamos un poco más.
Al final caíamos en la cama, rendidos, deseando que el próximo año pasara rápido para volver a
vivir otra Nochebuena.
Lo describes ¡tan bien! que, he paseado contigo por las calles del Barrio del Perú cantando villancicos y hasta los olores de entonces han llegado hasta mí para recordar aquellos otros de mi infancia. Maravilloso, Amalia.
ResponderEliminarLeo tu narración y, me parece que estoy viviendo esos momentos y de la misma forma. Para ser dichosos, no hacen falta grandes cosas, sino amor,amistad,salud y entusiasmo. Magnifico relato el tuyo, me ha llegado al corazón. Felicidades
ResponderEliminarMuchas gracias a las dos por los elogios, estas vivencias son muy importantes para mí.
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