Con toda la alegría y la ilusión del mundo, me puse con los
preparativos. Aquel siempre había sido
uno de mis sueños, formando parte de mis fantasías de juventud. No hacía sino pensar en lo guapa que estaría
con aquel vestido azul, como el de la protagonista de la obra que iba a
ver. No había podido dormir pensando en
la noche de fábula que iba a pasar.
Me puse a planchar mi vestido azul. De repente, me percaté de que, frente a mi
ventana, alguien había colgado un cartel anunciando la función. Me quedé embobecida observándolo, sin dejar
de pensar lo guapa que iba a estar. Así
estuve hasta que llegó a mi nariz un olor a quemado. ¡Oh, Dios mío! ¡Pobre
vestido azul!. Después de todo aquella
noche no iba a ser tan buena…
Reveses que te truncan los planes y te apagan los sueños. Se percibe, sin embargo, en el relato, una pausada resignación bañada con ligeras dosis de buen humor. Muy bien, Carmen
ResponderEliminarTe quedaste sin tu bonito vestido azul y, se fueron al traste las ilusiones pero, no importa, seguro que llegaron otras nuevas igual de deseadas y aún mejores.
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